Desde el esplendor urbano de la gran Tenochtitlan, pasando por los jardines renacentistas, el boom de la arquitectura moderna o los rastros del brutalismo de hormigón, Ciudad de México siempre ha sido objeto de fascinación por parte de los grandes arquitectos. EL PAÍS reúne a cinco reconocidos nombres de entre los invitados al festival Mextrópoli, el mayor evento de urbanismo de Latinoamérica, para reflexionar sobre la megalópolis mexicana. El resultado son cuatro piropos y un consejo.
David Chipperfield (Londres, 1953). El arquitecto de los museos. Acaba de terminar la remodelación de la Royal Academy de Londres y es autor del Museo Jumex en Ciudad de México
“La variedad arquitectónica de esta ciudad es enorme. Es imposible no mencionar el trabajo de Luis Barragán. Y como un arquitecto que trabaja con museos, tengo que citar también el museo de Antropología y el museo Tamayo entre mis favoritos en el mundo. Tampoco se puede obviar la extraordinaria tradición muralista, que no existe en ningún otro lugar. Mis preferidos son los Orozcos del Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Pero si tengo que elegir un solo lugar, me quedo con el Zócalo. No solo por su belleza sino por su escala y su historia. Sin lugar a dudas la presencia de la civilización azteca está presente a través de las proporciones del espacio. Es difícil pensar otro territorio urbano que muestre de manera tan patente los trazos de la historia: los aztecas, la catedral, el ayuntamiento, los edificios coloniales. Además, el espacio de la plaza te da un sentido de la compleja naturaleza física de la ciudad en sí misma. Y me encanta la bandera”.
Dominique Perrault (Clermont-Ferrand, 1953). Autor de la Biblioteca Nacional de Francia y al frente de un nuevo proyecto de reciclaje de la Cité de Paris
“Me fascina la relación de la ciudad con los volcanes. Hace poco estuve trabajando en Seúl, que tiene una topografía parecida. La diferencia es que Ciudad de México ha integrado a los volcanes, están fundidos con la ciudad. Por eso me gusta el edificio del museo Anahuacalli que conserva el archivo de Diego Rivera y se inspira en la arquitectura prehispánica. Es negro, de piedra volcánica, es muy táctil, sensible y emocional.
Es una arquitectura como en una gran roca, de un gran equilibrio con la naturaleza, muy plástico y natural, nada artificial. Me gusta también porque es monocromo. Tener un solo color, y además natural, te permite crear diversidad a través de los detalles. Es la poética de los detalles. La arquitectura es la poética del vacío”.
Alejandro Aravena (Santiago de Chile, 1967). Premio Pritzker 2016, experto en arquitectura social y parte del equipo de reconstrucción tras el terremoto chileno de 2010
“Me llama la atención que habiendo vivido tantos terremotos la población mexicana no tenga metido en el ADN esa especie de miedo ancestral que tenemos en Chile, donde todo lo que se construye está condicionado por eso. En definitiva, el tema del sismo es una cuestión cultural, no técnica. Lo que haría falta en México no es una norma sino un programa de televisión, un concurso en el que se construya con ese el ADN sísmico para que se convierta en cultura popular.
En México además hay que contar con un nivel de dificultad mayor: la preservación del patrimonio cultural. Para eso lo más útil es la aislación sísmica. Es decir, evitar que el movimiento del suelo se traslade al movimiento de una estructura. En Japón existen unos amortiguadores muy caros de goma y anillos de acero, pero en Chile hemos desarrollado unos de teflón para que el suelo resbale por debajo de la estructura.
En alguna visita estuve recorriendo los cimientos de la catedral. En el momento que puedes meterte debajo de la fundación y reforzarla para que no se siga hundiendo, en la misma operación podrías meterte debajo y aislarla no solo para que no se hunda sino para que no tiemble nunca más”.
Rozana Montiel (Ciudad de México, 1972) Experta en recuperación del espacio público y única arquitecta mexicana invitada por las curadoras de la Bienal de Venecia 2018
“Me gusta mucho caminar por las calles de la colonia Roma, esa sensación de ir encontrándote con las capas de tiempo e historia de la ciudad. Es una de las colonias del centro de la capital, junto con Condesa o Juárez, donde sigue presente la idea de barrio, donde te encuentras esas tiendas que aún no son un Oxxo: tlapalerías, zapaterías, etc. Son comerciantes que conoces de hace mucho tiempo.
Caminando es como entiendes la ciudad de una manera distinta. Puedes encontrarte casas de principios del siglo pasado, mezcladas con otras modernas, y de repente se abre y llegas a una plaza, como la de Río de Janeiro. A diferencia de otras zonas, como las unidades habitacionales en las periferias, las monopolizadas por el automóvil, o las áreas más degradadas de Azcapozalco o Iztapalapa, la Roma aun permite hacer lugar”.
Ignacio Mendaro (Madrid, 1946). Autor de la Ciudad de los Archivos del Estado de Oaxaca
“Toda la secuencia que da entrada al bosque de Chapultepec me parece bellísima. Está muy bien integrada. Su vida ciudadana es una envidia para otras ciudades. La gente disfruta realmente del parque, que tiene unas sombras amplias y agradables. Hay una interacción real: se organizan la práctica de deportes y bailes comunitarios. En España, por ejemplo, somos tan vergonzosos que sería impensable. Me parece especialmente relevante la entrada que da al Museo Tamayo y el edificio en sí. Por dentro, la luz te acompaña durante todo el recorrido y por fuera, el inmueble está totalmente integrado en el parque. Tanto que han tenido que poner un cartel gigantesco para que lo vean los turistas, si no pasaba totalmente desapercibido”.