Cada año, y días antes del 21 de enero, miles de devotos de la Virgen de la Altagracia participan en peregrinaciones para celebrar esa advocación mariana en su santuario de la basílica de Higüey, a pocos metros de donde, según cuentan, apareció su imagen en un árbol de naranja.
Es a principios de 1500 cuando se registra la llegada a la isla de la imagen de la Virgen de la Altagracia, traída por los hermanos Antonio y Alonso Trejo desde la localidad de Extremadura en España.
Al pasar los años se afianza la devoción a la Virgen de la Altagracia, considera Madre Espiritual del Pueblo Dominicano, pero no solo por parte de dominicanos, sino también de otras nacionalidades como Aruba, Curazao, Estados Unidos, España, Puerto Rico, Haití y otros países.
Visitan el santuario a cumplir promesas, algunos se visten de colores blanco, morado y oro, pero además hay quienes entran de rodillas al templo. Los mendigos abundan ese día y hay quienes cumplen con la promesa de repartir dinero a personas con discapacidad que cada año acuden a buscar algo de los visitantes.
En el caso de los haitianos los devotos son tan numerosos que se celebran varias misas en créole solo para esa comunidad, muchos de los cuales viajan desde ese país.
Casi todos los presidentes de la República acuden a la basílica un día como hoy, donde son recibidos por el obispo de turno y luego de escuchar la misa solemne, el obispado les ofrece un almuerzo.
La gente acude a cumplir promesas por beneficios recibidos y que los creyentes atribuyen a milagros hechos por mediación de la madre de Jesús con su hijo. Aunque hay muchos escépticos que aseguran que los milagros de la virgen son simples historias, gente de fe atestigua haber recibido beneficios en diferentes órdenes pedidos a la intercesora, como lo hizo en las bodas de Caná.