“Este es un camino sin retorno. Mi tumba está cavada desde niño. Soy así desde pequeño. Yo nací para la violencia“.
Es uno de los últimos mensajes en WhatsApp de El Descuartizador de Pioz, el brasileño Francois Patrick Nogueira Gouveia, que a los 19 años confesó haber matado y descuartizado en España a sus tíos y a sus primos de uno y cuatro años, y que ahora, a los 21, enfrentará la justicia en un proceso que se inicia el miércoles en la ciudad española de Guadalajara, al este de Madrid.
Cerca de allí está Pioz, donde Nogueira cometió los crímenes el 17 de agosto de 2016. Había llegado a España cinco meses antes, en marzo. De acuerdo con la policía, el entonces adolescente confesó haber asesinado a sus tíos Marcos Campos Nogueira y Janaína Santos Américo para satisfacer “unas irrefrenables ganas de matar”.
Dijo también que no recordaba haber asesinado a los niños.
Por la descripción de los hechos que la fiscalía tiene en su poder, Nogueira llegó ese día a la casa de su familia en la urbanización de La Arboleda con dos pizzas, pero llevaba también un cuchillo afilado, cinta adhesiva y bolsas de basura. Estaban todos menos su tío Marcos.
Comieron, y mientras Janaína fregaba, la apuñaló y la mató en presencia de los niños, que luego corrieron la misma suerte.
Esperó a Marcos, lo atacó por sorpresa y también lo mató, indican los documentos legales. Descuartizó los cadáveres de los adultos y decapitó los cuerpos de los niños, los metió en las bolsas de basura y limpió la escena antes de bañarse y acostarse a dormir para tomar el autobús de regreso la mañana siguiente.
A medida que iba cometiendo los crímenes, Nogueira se comunicaba por WhatsApp con su amigo Marvin Henriques, quien desde Paraiba, en Brasil, lo animaba a seguir y comentaba las fotos de los cadáveres que le enviaba el asesino, indica la fiscalía. Henriques permanece en libertad condicional y será juzgado en Pariaba como cómplice.
Los cadáveres descuartizados permanecieron allí un mes, y fue la acumulación de barras de pan dejadas en el buzón por el servicio de entrega lo primero que despertó sospechas en el vecindario. Se acercaron, sintieron un mal olor y llamaron a la policía.
Al principio, los investigadores pensaron que se trataba de un ajuste de cuentas y que sicarios expresamente llegados de Brasil habían ido a cometer la atroz matanza. Pero el vecindario de La Arboleda tiene sólo dos entradas, una que permanecía cerrada y la otra con vigilancia permanente de guardias en una garita, y no hubo reportes de ver pasar sospechosos.
La puerta y las ventanas de la casa no habían sido forzadas.
Al darse a conocer el hallazgo, Nogueira huyó a Rio de Janeiro el 20 de septiembre, pero regresó a España el 19 de octubre por voluntad propia para entregarse a la policía.
En vísperas de ese viaje, el asesino confeso inició con su novia Ester un intercambio de mensajes de WhatsApp que la fiscalía usará para refutar el argumento de la defensa, según el cual Nogueira cometió los asesinatos por enajenación mental. Porque, aunque el joven habla de una especie de predestinación al crimen, discute con ella cómo debe hacer para pasar en la cárcel el menor tiempo posible y los presuntos beneficios que su estancia prolongada en España pudieran traerle.
En una parte de ese intercambio, que el diario El Español reprodujo en exclusiva en enero, puede leerse:
“Desde niño no pienso en otra cosa“, le dice él a ella. “Yo sigo mis instintos. Hago lo que mi cuerpo me pide“. También el siguiente diálogo que inicia el asesino:
–Parte de mí es la violencia. Tú estás allí compitiendo con ella.
– Pero mi Fe es mayor. No eres malo, mi amor.
– Lo sé, voy a tener derecho a la ciudadanía europea. Te la dan con cinco años de residencia.
– ¿Te la dan? ¿Aunque estés en la cárcel?
-Sí. Y voy a sacar una carrera y voy a trabajar ahí.
En otra parte escribe:
“Si algún hijo de p… me dice que quiere matarme por la noche [en la cárcel] yo le mataré antes. No acepto que hagan esas cosas conmigo. Si nadie me hace esas cosas […] voy a ser un niño tranquilo. Voy a estudiar y leer libros”.
A su hermana Hanna y a su familia, Nogueira les negaba haber sido el autor de los atroces crímenes. Ella argumentó que los investigadores habían encontrado sus rastros de ADN en la escena de los asesinatos, y él le respondió que la prensa escribe “lo que le da la gana”.
“Se observa una actitud arrogante y prepotente, egocéntrica, con total ausencia de empatía, así como de remordimiento por las acciones que reconoce haber cometido“, dice un informe del Instituto de Medicina Legal de Guadalajara citado por el diario español El Mundo, “siendo incapaz de ponerse en el lugar del otro. Se detectan actitudes manipuladoras, frialdad emocional y afecto superficial“.
Nogueira enfrenta cuatro cargos de homicidio. Por dos de ellos puede recibir otras tantas cadenas perpetuas con posible revisión, la pena máxima en el Código Penal español, y 20 años por cada uno de los restantes.