Durante esta semana, y como todos los años, Arabia Saudita recibirá a cerca de dos millones de peregrinos musulmanes procedentes de todo el mundo. Muchos de ellos deberán cumplir una travesía que no repetirán en el resto de sus vidas para llegar a La Meca, con motivo del hach, uno de los cinco pilares del islam de cumplimiento obligatorio.
Hoy, en el aeropuerto de Yeda, a 80 kilómetros de La Meca, decenas de miles de indonesios franqueaban la puerta. Eni, absorta en su lectura del Corán, ignoraba el alboroto y el calor aplastante. “Después de mi primera peregrinación sentí que quería volver para sentirme conectada”, dijo en referencia al profeta Mahoma.
El hach es quinto y ultimo pilar del islam, un viaje que todo musulmán que tenga los medios debe hacer al menos una vez en su vida. Se trata de una aventura espiritual, una vuelta a los mismos lugares en los que Mahoma cumplió los ritos que han permanecido inalterados desde el 600 de nuestra era.
El primero de esos preceptos, y el más importante, es la “profesión de fe” que suele condensarse en la frase “No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta”. Mediante esta fórmula el musulmán proclama la unidad y la unicidad divinas. Esta afirmación se susurra al oído de los recién nacidos. La oración o azalá es el segundo pilar del islam. Cada musulmán debe rezar cinco veces al día en dirección a La Meca. El Zakat o la limosna es el tercero. Según el Corán, los musulmanes deben dar cada año una limosna a las personas más pobres de su comunidad, empezando por familiares y vecinos. El ayuno del mes de ramadán, es el cuarto pilar del islam, uno de los preceptos más conocidas entre los no musulmanes.
“Este año esperamos cerca de dos millones de peregrinos”, dijo a los periodistas Abdelmajeed Al Afghani, director del organismo que se encarga del hach y de la umra (la peregrinación en otras épocas del año). El funcionario dijo esperar que este año no se registren las habituales estampidas, que en años anteriores provocaron miles de muertos cuando se producen imparables avalanchas en un mar de gente. En 2015 hubo una con 2.300 muertos, la peor catástrofe de la historia de esta celebración.
En la zona de llegadas del aeropuerto, los peregrinos caminaban hoy raudos y atentos para no perder al resto del grupo. “Estoy tan contento de ser parte de esto este año”, dijo Mohammed Said, un nigeriano de 43 años, vistiendo el “ihram”, el traje tradicional que usan los hombres para este rito. Said acude por tercera vez. “Cada vez es diferente”, afirma con alegría.
Además de gastar miles de dólares para viajar a La Meca, los fieles tienen otro gasto ineludible: el de los numerosos regalos. “Mis hijos podrán decir ‘papá me ha traído esto de la Kaaba’”, la construcción cúbica alrededor de la cual fue construida la Gran Mezquita, hacia donde los musulmanes rezan cinco veces al día, dice Hasan. La peregrinación supone así también una industria para Arabia Saudita. En 2015, según la Cámara de Comercio y de Industria de La Meca, los peregrinos extranjeros gastaron US$5.300 millones. Este año, cerca de la Gran Mezquita, sobre una tela extendida en el suelo, los vendedores proponen volver a los tiempos del profeta vendiendo incienso tradicional del Golfo. “La mayoría de los regalos tienen una simbología religiosa”, asegura Omar Sar, de 58 años y llegado desde Senegal. “Con estos regalos, les incitamos a reforzar su fe con la esperanza de que ellos también vengan a La Meca”, asegura antes de perderse en la multitud.