En menos de 100 metros cuadrados habitables, compartiendo una ducha y dos retretes, conviven 66 personas. La mayor distancia que se puede recorrer a bordo son 50 pasos, de un extremo a otro de un pasillo de medio metro de ancho. Cada vez que te cruzas hay que ceder el paso, echarte a un lado o pasar de canto. Esquinas y salientes están forrados de gomaespuma (“chichoneras”) para amortiguar los inevitables golpes.
“La vida a bordo es muy diferente a la de un buque de superficie”, explica Sánchez, que pasó dos años embarcada en la fragata Reina Sofía. “No hay esa separación [entre jefes y subordinados]. Aquí la intimidad no existe, más que nada porque el espacio no lo permite. Aquí estamos todos juntos y nos conocemos mucho mejor de lo que nos gustaría”.