El poeta Aleksandr Pushkin la caracterizó como “la más europea de las ciudades rusas”. Odessa tiene una impronta mediterránea con sus elegantes boulevares y edificios de arquitectura francesa e italiana. También sus playas. La promocionan como “la perla del Mar Negro”. Unos de sus íconos es su famoso teatro de ópera donde esta semana tenía que comenzar una temporada de Madame Buterfly a cargo de cantantes de varios países europeos. Pero el lugar que iban a atravesar las personas elegantemente vestidas para asistir a la premiere de este jueves, ahora está cubierto de bolsas de arena y los únicos que caminan por ahí son los milicianos voluntarios con los brazaletes amarillos que organizan la defensa de la ciudad.

La historia en círculos. El teatro de la ópera de Odesa durante la invasión nazi de 1941 y ahora, esperando la invasión rusa.

La historia en círculos. El teatro de la ópera de Odesa durante la invasión nazi de 1941 y ahora, esperando la invasión rusa.

Las fuerzas rusas se preparan para lanzar un desembarco anfíbio y tomar la ciudad. También tienen unidades de infantería que avanzan por el oeste después de conquistar Kherson, que está al otro lado de la bahía en la desembocadura del río Dnieper y a unos 190 kilómetros por tierra. El jueves por la mañana asomaron la nariz varios barcos que se apostaron a unas pocas millas de la costa. Lo suficientemente visibles como para atemorizar al millón de personas que vive en la ciudad.

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Se podía ver un buque de desembarco de clase Ivan Gren, que se cree que es el “Pyotr Morgunov” que puede transportar helicópteros de ataque, 13 tanques o 36 vehículos de infantería y 300 soldados. También fueron filmados merodeando frente a la costa dos buques de la clase Alligator, cada uno de los cuales puede transportar misiles tierra-aire, 20 tanques y 300 tropas, y cinco buques de la clase Ropucha que pueden lanzar cada uno 10 tanques y 190 tropas a tierra. En total, podría desembarcar una fuerza de casi 3.000 soldados y más de 100 tanques.

De todos modos, no se van a registrar las típicas escenas como las del desembarco de Normandía, con lanchas llegando a las playas bajo un fuego cruzado de artillería, abriendo sus compuertas y escupiendo soldados que corren para enterrarse en la arena. Ahora, todo es más “prolijo”, las lanchas de desembarco llegan protegidas por helicópteros artillados y no van a parar a una caleta perdida. Buscan las zonas portuarias ya despejadas por el bombardeo de los cazas y los soldados bajan como si fueran divas de los años 50 descendiendo las escaleras de un transatlántico.

El equipamiento pesado lo traen enormes helicópteros o directamente los descargan con las grúas del puerto. Los barcos de mayor calado como el “Pyotr Morgunov” cuentan con sus propias grúas y compuertas de desembarque. Un ataque anfibio trae complicaciones en ese primer momento, pero después facilita el accionar de las tropas, vehículos y helicópteros. Los barcos, en general, esperan a unas millas mar adentro con munición, alimentos y repuestos al alcance de un corto viaje en lancha.

En los últimos días, los trabajadores del sistema de tranvías que circula por la ciudad se dedicaron a cortar viejos rieles para armarlos en cruz. Son las que en la jerga militar se conocen como las barricadas “puercoespín” que pueden detener el avance de los tanques. También son útiles para complicar el desembarco en la zona costera frente al centro de la ciudad. El miércoles, el alcalde de la ciudad, Gennady Trukhanov, aseguró que habían armado “una defensa robusta”. Tuvieron unos días más que sus colegas de Kiev o Kharkiv, que fueron atacadas desde el primer momento de la invasión. Aunque la caída de Kherson, con unos 300.000 habitantes, en manos rusas bajó el ánimo. Mientras seguían anoche muy de cerca lo que estaba pasando en el otro puerto importante, el de Mariupol, que sufría un duro bombardeo de artillería y donde también se acercaban algunos de los barcos de la flota enviada por el Kremlin.

Las imágenes que vienen de Kherson son devastadoras. El alcalde Igor Kolykhaev dijo en un tuit que se estaban recogiendo los cadáveres, muchos de ellos inidentificables, que los arrojaban en fosas comunes. También dijo que el jefe militar de la ocupación rusa ya le dijo que iba a imponer una junta cívico-militar con algunos de sus comandantes y separatistas pro-rusos para gobernar la ciudad. Aunque agregó que todo esto era provisorio y lo único que querían era asegurar el funcionamiento del acueducto que llega el agua hacia la península de Crimea, que los rusos invadieron y se anexionaron en 2014.

Pero es Odessa el gran premio para los invasores. Es otra de las ciudades del “Plan Griego” que el príncipe Potemkin levantó para Catalina la Grande en el 1700. Fue la joya de la corona del Imperio ruso y un puerto comercial fundamental para la Unión Soviética. Su nombre está dando vuelta en los memoriosos por el film “The Odessa File” basado en una novela de Frederick Forsyth. Y por el nombre que tomó la red de colaboración secreta desarrollada por grupos nazis para ayudar a escapar a miembros de la SS desde Alemania a otros países donde estuviesen a salvo, particularmente a Latinoamérica. También fue muy del gusto de los jerarcas soviéticos que iban allí a pasar sus vacaciones en lujosas villas estatales. Putin habló varias veces con nostalgia de la reconstitución de la Nueva Rusia de la época imperial, con una región a lo largo del Mar Negro centrada en Odessa.

El buque de guerra Tarantul-III, de la Flota rusa del Mar Negro. Ya están concentrados al menos 11 barcos frente a las costas de Odessa con unos 3.000 marines y más de 100 tanques y helicópteros. EFE/Sergei Ilnitsky

El buque de guerra Tarantul-III, de la Flota rusa del Mar Negro. Ya están concentrados al menos 11 barcos frente a las costas de Odessa con unos 3.000 marines y más de 100 tanques y helicópteros. EFE/Sergei Ilnitsky

Al igual que los enclaves orientales de Donetsk y Luhansk, Odessa fue el escenario de un levantamiento separatista respaldado por Rusia en 2014 que pretendía crear un estado independiente. Pero fue aplastado tras una serie de batallas campales que enfrentaron a los separatistas con los nacionalistas ucranianos apoyados por los barras bravas (hinchas violentos de fútbol) de los clubes locales. Los enfrentamientos culminaron con el incendio de un edificio sindical en las afueras de Odessa. Murieron al menos 40 activistas prorusos.

Unos pocos días antes de que comenzara la invasión, Putin lanzó una amenaza contra los que iniciaron el incendio, sugiriendo que tenía muy presente lo sucedido en Odessa. “Los criminales que cometieron este acto malvado no han sido castigados”, dijo. “Nadie los busca, pero los conocemos por su nombre”.

Si Putin quería infundir miedo a la población civil, ya lo había logrado con esa frase. Ahora, la visión de los barcos en el horizonte del mar es aún más inquietante. Todos saben que en cuestión de horas tendrán esa enorme fuerza encima. En cualquier otro momento, las calles de la ciudad estarían repletas de chicas y chicos yendo de bar en bar y disfrutando de la primavera anticipada que se vive en estos días en Odessa. Anoche, estaba todo cerrado, con muy pocas luces, esperando el zarpazo del oso ruso.