Al menos nueve países europeos, entre ellos España, están experimentando en estos momentos aumentos en el número de casos conocidos de COVID-19 semanas después de haber iniciado procesos de desescalada y en pleno periodo estival, según un análisis de elDiario.es basado en los datos recopilados por la Universidad Johns Hopkins –que en gran medida depende del volumen de pruebas practicadas–.

Son Francia, Bélgica, Países Bajos, Alemania, República Checa, Eslovaquia, Polonia y Rumania. El incremento es más o menos intenso en función del país, pero a todos ellos les une que los contagios detectados están creciendo a una mayor velocidad que en otros vecinos europeos, con repuntes de un 30% más de casos respecto a la semana anterior, de acuerdo con las cifras de la universidad con sede en Baltimore. No obstante, hay diferencias entre estos territorios en cuanto al impacto: si bien Alemania está registrando una media de 561 infecciones nuevas diarias para casi 84 millones de habitantes, en Rumanía esta cifra supera las 1.000 para 19 millones de ciudadanos.

Un indicador que ofrece una fotografía de la situación epidemiológica actual es la incidencia por habitantes en las últimas dos semanas. Si se observa este dato, España tiene la quinta incidencia más alta de la Unión Europea, con 396 infecciones por cada millón en los últimos 14 días, según el análisis de este medio. A la cabeza en esta lista está Luxemburgo, seguido de Rumanía (637 por cada millón de habitantes), cuya curva continúa disparándose, por lo que ha extendido el estado de alerta hasta mediados de agosto mientras varios países europeos han restablecido restricciones de viaje para quienes provengan de territorio rumano.

A continuación, están Bulgaria (457) y Suecia (406), aunque en la nación nórdica los nuevos casos están bajando ligeramente. Por debajo de nuestro país está, muy cerca, el vecino Portugal –donde la curva en estos momentos es una meseta y los contagios parecen descender también levemente, pero mantiene la sexta incidencia más elevada de la Unión (358)–, Bélgica (286) y Croacia (276). La incidencia es peor a la de España en varios territorios de la región que no son parte de la UE, como Montenegro, Macedonia del Norte, Moldavia, Bosnia, Serbia, Rusia, Andorra y Albania.

En declaraciones a elDiario.es, la rama europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha manifestado su preocupación por “el resurgimiento de los casos en algunos países” del continente. “En la actualidad no existe una cura para esta enfermedad y ningún país está libre de riesgos. Pero si se comprenden los riesgos y se actúa en consecuencia, la transmisión de la enfermedad puede suprimirse, incluso en los países que experimentan transmisión comunitaria”, señala un portavoz de la agencia. Desde la OMS siempre han defendido que el repunte de los casos es esperable tras suavizar las restricciones, pero han hecho énfasis en la necesidad de desplegar medidas con rapidez para evitar que la situación se salga de control.

“Una de las mayores amenazas actuales es la autocomplacencia: esta pandemia no ha terminado y su continuación seguirá estando determinada por las medidas que adopten los países y las personas. Los Gobiernos deben seguir siendo diligentes y tomar decisiones basadas en pruebas para proteger tanto a sus poblaciones como a sus economías, utilizando los instrumentos de salud pública que sabemos que funcionan, entre ellos las pruebas y el aislamiento de los casos, la localización y la cuarentena de los contactos”, reiteran. “Las personas necesitan saber dónde está el virus y cómo pueden minimizar el riesgo para ellas mismas y para los demás”, insisten, tras lo que enumeran las medidas más repetidas en los últimos meses como la distancia física, el uso de mascarillas “cuando sea apropiado” o el lavado de manos. 

En su último informe semanal, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) informó de una tendencia creciente de los casos, presentes entre uno y 39 días, en Bélgica, Bulgaria, República Checa, Francia, Luxemburgo, Rumania, España y Reino Unido. El ECDC matiza que las tasas de notificación “dependen en gran medida de otros factores, uno de los cuales” es la proporción de pruebas practicadas. Dinamarca tiene la tasa de evaluación, seguida por Reino Unido, Malta, Irlanda y Portugal. No obstante, la agencia sanitaria pone también el foco en otro dato, como la ocupación de hospitales y/o las UCI debido a la COVID-19, que está aumentando en Bulgaria, Croacia, República, Luxemburgo, Rumania y Eslovenia. 

La preocupación se extiende de Bélgica a Alemania

Tras haber doblegado la curva en abril con uno de los confinamientos más laxos de Europa –y también un volumen de casos totales mucho menor al de sus vecinos–, Bélgica se embarcó en su desescalada a lo largo del mes de mayo. Las nuevas infecciones se han mantenido en niveles relativamente bajos a lo largo de junio, pero han comenzado a repuntar en un mes después: si a principios de julio rondaban un promedio semanal inferior a 90, ahora esta cifra es superior a los 300. Especialmente golpeada se ha visto la ciudad de Amberes, que ha asistido a un aumento del 500% en sus casos semanales.

El repunte ha llevado el Gobierno a anunciar este lunes una serie de medidas restrictivas, como una fuerte reducción de los contactos sociales permitidos, con el objetivo de evitar un nuevo confinamiento nacional. El número de personas autorizadas a asistir a eventos públicos también se reducirá a la mitad y la población debe teletrabajar desde casa tanto como sea posible. “Estamos actuando de nuevo hoy para mantener la situación bajo control y evitar un confinamiento general”, ha dicho la primera ministra belga. La semana pasada, Bélgica –con una de las incidencias más altas de la UE– puso fin a la flexibilización de las restricciones. En Amberes ha se ha impuesto un toque de queda nocturno, con bares y restaurantes que cerrarán a las 23 horas y la orden de quedarse en casa desde esta hora.

Su vecina Francia, que logró aplanar su curva a mediados de abril y comenzó a levantar restricciones un mes después, está contabilizando actualmente una media semanal de alrededor de 721 nuevos contagios diarios, más del doble de lo que notificaba a mediados de junio, pero aún por debajo de los más de 8.500 positivos registrados en una sola jornada en abril, en los peores momentos de la pandemia. El 24 de julio, había 5.720 personas hospitalizadas por la infección de COVID-19, 410 en cuidados intensivos. Cuatro regiones, incluida la que envuelve a París, Île de France, albergan el 69% de los pacientes en la UCI.

El Ministerio de Salud francés alertó el pasado viernes de que la circulación del virus “ha aumentado considerablemente”. “Hemos vuelto a niveles comparables a los del final del confinamiento. Esto ha borrado gran parte del progreso que habíamos logrado en las primeras semanas de desconfinamiento”, escribe en un comunicado. Las autoridades galas han reiterado que es “más necesario que nunca volver a una disciplina colectiva”, mencionando como ejemplo el teletrabajo, la reducción de la exposición innecesaria al coronavirus y, sobre todo, la realización de pruebas a la menor duda. “La información recibida sobre el terreno indica en particular que los franceses son menos propensos a aislarse cuando dan positivo en el virus: la Dirección de Salud quiere reiterar lo esencial que es para limitar la transmisión entre individuos y proteger a los más mayores y vulnerables”, recalcan.

Olivier Véran, el ministro de Salud, ha descartado este fin de semana hablar de una segunda ola, pero ha reconocido un incremento brusco de los casos tras una disminución durante 13 semanas. “También notamos, durante las campañas de detección masiva, que los pacientes son jóvenes, más jóvenes que durante la ola anterior”, ha explicado en una entrevista con Le Parisien. Según indicó, este es particularmente el caso en la región de Île-de-France “donde estamos viendo jóvenes infectados sin saber cómo sucedió”. En medio de esta preocupación, las autoridades francesas han recomendado encarecidamente a sus ciudadanos que eviten los desplazamientos a Catalunya, ante el aumento del número de contagios.

La curva también se encuentra en trayectoria ascendente en Alemania, donde las autoridades dieron por controlado el brote de coronavirus a mediados de abril y empezaron a levantar restricciones a finales de ese mes. Si a mediados del mes pasado registraba alrededor de 250 infecciones nuevas como media, hoy esa cifra se duplica. En el apogeo de la pandemia en territorio alemán esta cifra rondó las 6.000.

Si se compara con otros socios de la UE, Alemania ocupa una posición baja en el número de casos por habitantes en los últimos 14 días, 81 por cada millón, pero el organismo asesor de salud pública del país, el Instituto Robert Koch, ha expresado su preocupación por el aumento de la incidencia de COVID-19 en muchos de los estados federales. Según su informe más reciente, más del 60% de los nuevos casos notificados se deben a aumentos en Renania del Norte-Westfalia, Baviera y Baden-Wuerttemberg. En el distrito bávaro de Dingolfing-Landau se ha producido un brote con 174 casos entre los trabajadores de una empresa agrícola. Toda la empresa, con más de 450 empleados, está siendo sometida a cuarentena.

Desde que se relajaron las restricciones, las autoridades alemanas han lidiado con brotes en varios entornos, incluyendo las plantas de procesamiento de carne, residencias de mayores y hospitales, así como en el contexto de familias o eventos religiosos. A ojos de la OMS, Alemania es un país que suele reaccionar con rapidez y que cuenta con sistemas eficaces para detectar y responder a un resurgimiento de los casos. Este lunes, el Gobierno alemán ha anunciado que impondrá test obligatorios de coronavirus para todas las personas que regresen de zonas consideradas de riesgo, que deberán determinar qué países o regiones deben considerarse zonas de riesgo. Según informa EFE, el criterio básico es que se hayan dado más de 50 nuevos contagios por cada 100.000 habitantes en el curso de los últimos siete días.

La curva se mantiene estable en Italia

En otros países del continente como Suiza, Eslovenia, Serbia, Bulgaria, Ucrania, Dinamarca, Moldavia e Italia, las infecciones están creciendo ligeramente. Pero Italia, que fue el primer país europeo seriamente golpeado por el virus, mantiene una incidencia muy baja (la 22º de 27 Estados) de la UE, con 51 positivos por cada millón de habitantes. La curva, que también fue aplanada en abril, se mantiene de momento relativamente estable en territorio italiano casi tres meses después de dar comienzo a su desescalada, con una media de alrededor de 240 infecciones diarias, muy por debajo de otros países vecinos.

En su último boletín, el ministerio de Sanidad italiano retrata una situación estable a nivel nacional “en la que persiste una transmisión generalizada del virus que, cuando se dan condiciones favorables, da lugar a brotes incluso a gran escala, a veces asociados a la importación de casos procedentes de países extranjeros”. Sin embargo, matiza que el número de nuevos casos de infección “sigue siendo bajo en general”, algo que atribuye “a las actividades de rastreo y de pruebas que permiten romper de raíz las posibles cadenas de transmisión”.

No obstante, las autoridades piden no bajar la guardia y alertan de la posibilidad de que la tendencia se invierta en las próximas semanas y los casos aumenten significativamente si no se cumplen las medidas de cuarentena. También, informan de que la edad media de los casos diagnosticados en la última semana es ahora de unos 40 años. “Esto se debe en parte a las características de los brotes en los que se observa una disminución de la participación de las personas ancianas y en parte a la identificación de casos asintomáticos mediante la detección en grupos de edad más bajos”. Esto, indican, conlleva un “menor riesgo a corto plazo de una posible sobrecarga” de los servicios sanitarios.

En los medios italianos ya resuena la pregunta de por qué los datos del país son mejores que los de otros socios europeos. Hay opiniones de todo tipo. Mientras algunos expertos consideran que los casos están bajo control y el sistema de momento parece capaz de seguir y aislar los casos, otros, como Andrea Crisanti, profesor titular de Microbiología de la Universidad de Padua, han cuestionado en entrevistas con la prensa local que tal vez no se “está buscando lo suficiente”. “No digo que no debamos ver destellos de esperanza, pero sí digo a los italianos que tengan en cuenta que el peligro no ha pasado”.