Los iraníes confirmaron que pueden presionar a las autoridades a través de las redes sociales si se unen a través de un hashtag . Y mucho más si esa etiqueta está relacionada con un asunto tan serio como pedir el fin de las ejecuciones. La oleada de comentarios comenzó el pasado martes cuando el portavoz del sistema judicial anunció que elT ribunal Supremo había ratificado la sentencia que ordena ejecutar a tres jóvenes, acusados de participar en las protestas que estallaron en noviembre pasado con el alza del precio de la gasolina.
En cuestión de horas, las redes, especialmente Twitter e Instagram, se llenaron de comentarios que no solo se oponían a la ejecución de esos tres jóvenes –el mayor de ellos, de 27 años– sino que extendían el rechazo a este tipo de sentencias, cada vez más frecuentes. Durante la misma rueda de prensa, el portavoz judicial Golam Hosein Ismaeli confirmó la ejecución de Reza Asgari, un exfuncionario del Ministerio de Defensa, acusado de vender a la CIA información sobre el programa de misiles, y dos prisioneros kurdos señalados de ser los autores de un atentado en el 2010.
#Nomásejecuciones se convirtió en tendencia mundial en 24 horas, con más de 3,5 millones de comentarios
“No hagan que la gente esté aún más triste en estos tiempos difíciles”, tuiteó el director de cine y ganador de un Oscar Asgar Farhadi, unido a decenas de actrices, futbolistas, activistas, políticos y personas opositoras en el extranjero, que en un hecho poco frecuente dentro del diverso mundo político iraní quedaba sintonizado en la misma frecuencia que los sectores críticos del régimen dentro del país. En menos de 24 horas convirtieron #Nomásejecuciones en tendencia mundial con más de 3,5 millones de comentarios ligados a este hashtag en persa y en inglés.
Alrededor de las nueve de la noche del martes, y cuando la oleada de comentarios se hacía mayor, se empezó a detectar que la velocidad de internet se había reducido. Esto recordó de inmediato lo sucedido en aquellas protestas de noviembre, cuando durante más de una semana las autoridades cortaron la conexión y dejaron a la población incomunicada.
Para entonces, miles de personas en al menos cien localidades del país habían salido a la calle motivadas por el repentino anuncio del alza del precio de la gasolina. Pero rápidamente las protestas, que comenzaron como un llamamiento social pacífico, tomaron un rumbo confuso –al menos en algunos lugares– con denuncias de que sucursales bancarias, gasolineras y edificios gubernamentales habían sido atacados con explosivos. Cuando internet volvió a funcionar se conocieron las denuncias de que muchas personas habían muerto y miles estaban desaparecidas. Después de meses de no dar cifras de muertos, algunas voces del Gobierno han hablado de 200 fallecidos y más de 7.000 detenidos. Una reconstrucción realizada por la cadena France 24 a partir de vídeos de ciudadanos, y que fue viral en las redes sociales iraníes, comprobaba cómo las fuerzas de seguridad habían disparado a la población,
Uno de los tres jóvenes ahora condenados, Amir Hossein Moradi, de 25 años, fue capturado dentro de ese gran grupo de detenidos y su confesión, en la que reconocía su participación en los hechos, fue retransmitida en la televisión pública. Antiguos presos políticos iraníes han denunciado que ese tipo de confesiones se hacen bajo presión y siguiendo un guion previamente escrito.
La historia de Saeed Tamjidi (27) y Mohammad Rajabi (25) es aún más confusa, pues hay dos versiones que no concuerdan. El sistema judicial señala que los capturaron después de cometer un robo y que los descubrieron porque tenían vídeos de la quema de bancos en sus móviles. El Centro por los Derechos Humanos en Irán recoge versiones del abogado de los jóvenes, que asegura que buscaron asilo en Turquía, donde vivieron un mes en un campo de refugiado antes de ser entregados a Irán.
“Los tres tienen conexiones con grupos opositores en el extranjero, robos a mano armada, secuestro y acoso público”, aseguró Hosein Ismaeli, el portavoz judicial, al justificar la sentencia. Entre los miles de comentarios que se publicaron ayer destacaba el de Mustafa Tajzadeh, uno de los políticos reformistas más críticos con el sistema, que pasó varios años en prisión. “El derramamiento de sangre de los oprimidos debilita la base de un gobierno e incita a la sociedad a vengarse y convertirse en rebelde. La gente no justifica las ejecuciones con razones débiles e increíbles”, escribió.