¿Por qué la gente hace el bien? En la historia de la filosofía occidental, hay básicamente dos respuestas a esa pregunta. La primera es que las personas actúan moralmente porque son virtuosas, porque están comprometidas con ciertos principios como el honor o la imparcialidad.

La segunda respuesta es que las personas actúan moralmente por interés propio, porque es bueno, y en última instancia es rentable, ser conocido como alguien que hace lo correcto.

Un nuevo libro de David Wootton, un historiador británico de ideas, sostiene que la segunda interpretación ha prevalecido en Occidente y que ha penetrado en todos los aspectos de nuestras vidas.

Hoy, damos por sentado que los humanos están programados para perseguir el poder, el placer y las ganancias.

Según Wootton, esto no es cierto en absoluto. De hecho, argumenta, esta visión de la naturaleza humana es un invento de la modernidad, que nos han transmitido influyentes filósofos de la Ilustración como Adam Smith, Maquiavelo y Thomas Hobbes.

Wootton cree que esta revolución cultural anuló una forma completamente diferente de pensar sobre el comportamiento humano y la moralidad, y la reemplazó con lo que él llama “razonamiento instrumental o análisis de costo-beneficio”.

Ahora, concluye, estamos atrapados en un mundo de hedonismo y competencia, en el que el único objetivo real de la sociedad es la satisfacción de los deseos.

Y nuestras virtudes éticas están ligadas a nuestras ideas de éxito material, a saber, la riqueza y el poder. El libro de Wootton, Power, Pleasure, and Profit, es apasionante, pero tiene una visión bastante simplista y estrecha de la Ilustración. También pasa por alto muchos de los movimientos dispares que surgieron de ella.

Y, sin embargo, en general, el libro tiene una historia fascinante que contar. La Ilustración generó una serie de suposiciones sobre qué son los seres humanos, por qué hacen lo que hacen y cómo se ve la buena vida.

Seguimos siendo rehenes de esas suposiciones, lo sepamos o no, y el libro de Wootton nos pide que consideremos las consecuencias. Hace poco hablé con él sobre esas consecuencias y por qué cree que la Ilustración produjo una civilización obsesionada con el consumo y la auto-gratificación.