Cuándo empezó Occidente a girar hacia la ultraderecha? ¿En qué momento empezó a ser admisible afirmar que dictadores fascistas como Mussolini habían hecho cosas “positivas”? El discurso fascista y sus políticas se han filtrado en nuestras sociedades. Las manchas de humedad se observan ya en cada rincón de la casa europea sin que nadie acierte con el remedio para combatirlas. Quizás la respuesta sea ahondar en el verdadero significado del fascismo. Desmontarlo pieza a pieza para entender sus mecanismos. Eso es lo que hace el filósofo estadounidense Jason Stanley, que publica un nuevo libro cuyo título en español lo dice todo: Facha (ed. Blackie Books). El autor desgrana punto a punto los elementos que componen el pensamiento fascista, dejando al lector con una inquietante sensación de familiaridad.
¿Hemos estado ignorando los signos que indicaban, desde hace tiempo, un regreso del fascismo?
El auge de las políticas fascistas no es nada nuevo. Platón ya advierte en sus escritos que el peligro de la democracia es la libertad de expresión. Permite que haya grupos que esparzan miedos irracionales para luego presentarse como los salvadores que nos protegerán de esos mismos miedos que han creado. La versión contemporánea de ese peligro es el nacionalismo –los países están compuestos de un solo pueblo, con una sola lengua y una sola historia– y variaciones que se oponen a los movimientos por la igualdad –como el feminismo– que cuestionan a los grupos tradicionalmente dominantes.
Usted afirma en su libro que la democracia es un sistema autodestructivo.
La democracia necesita de libertad de expresión, pero cuando hay resentimiento en la sociedad, los políticos pueden explotar esos sentimientos para su beneficio. Así es como funciona la propaganda rusa. Alimentan los sentimientos nacionalistas, antiinmigración… Con el objetivo de fomentar una cultura antidemocrática. Ese siempre fue el problema de la democracia, que no puede existir si hay resentimiento. No se puede tener democracia si hay demasiados ricos y demasiados pobres. Si hay demasiada desigualdad.
¿Y por qué ahora?
Por dos razones. La primera es una reacción a la globalización, como ya ocurrió en las décadas de 1920 y 1930. A medida que se desdibujan las fronteras entre naciones y aumenta la circulación de personas hay gente que siente que sus tradiciones se ponen en peligro. Los movimientos fascistas glorifican la tradición y la propia historia, y aprovechan esos miedos para alimentar el sentimiento de victimización. Por otro lado, hemos pasado una crisis financiera que fue claramente mal gestionada por las élites. Desgraciadamente, en la UE los valores democráticos de tolerancia y europeísmo estaban ligados a un sistema financiero injusto y pervertido que decidió rescatar a los banqueros alemanes que provocaron la crisis inmobiliaria en lugar de a la gente. Cuando haces eso, permites a los fascistas decir que las élites que apoyaron la libre circulación de personas son las mismas que han permitido que se prestara dinero irresponsablemente y ahora exigen que se devuelva. Así, pueden decir que el problema es la UE, la globalización, el feminismo, la inmigración… en lugar de los banqueros.
¿Y por qué algunos partidos políticos tradicionales también están adoptando tácticas fascistas?
Pasa siempre y es muy peligroso. Los partidos conservadores argumentan que pueden detener el ascenso al poder de los partidos peligrosos adoptando sus políticas. Así los fascistas perderán fuerza. Lo que ocurre es que, al hacerlo, convierten las políticas fascistas en respetables.
¿Por qué los hombres son sus mayores votantes?
La igualdad es vista como un peligro para aquellos grupos que solían ser dominantes. En tiempos de ansiedad económica la gente se siente angustiada, y lo que hacen los políticos fascistas es jugar con eso. No dicen que esa ansiedad es causada por los banqueros alemanes, si no por la pérdida de los valores tradicionales. En el pasado, los hombres eran respetados simplemente por serlo, y ahora les están quitando ese poder. Los políticos fascistas inventan un pasado en el que los hombres eran maravillosos y las mujeres los veneraban. El grupo dominante actúa como si fuera víctima de los grupos que luchan por la igualdad. Es verdad que si solías estar en el grupo dominante, la igualdad te hace perder algo. Si eres un millonario y te dicen que subirán tus impuestos, pierdes dinero aunque sigas siendo rico. Es lo mismo que ocurre con Catalunya.